EE. UU.: ¿Barco sin rumbo? (versión extendida)
- Libertópolis
- 30 jul 2024
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Escrito por: Jorge Jacobs @jjliber

La renuncia de Joe Biden a la candidatura presidencial por el partido demócrata este domingo tomó al mundo por sorpresa, no tanto por la noticia per se, ya que pienso que la mayoría lo esperaba, como por lo vertiginoso del cambio. Las presiones para que renunciara se habían estado incrementando dentro de las filas del partido, aterrorizados, no solo de que Trump pudiese ganar la elección, sino que, además, los republicanos se hicieran del control de ambas cámaras del Congreso. ¿Cambia la situación con la candidatura de Kamala Harris?
Aunque desde hace mucho tiempo se cuestionaba la capacidad de Biden para continuar como presidente de los Estados Unidos por otros cuatro años, fue en el debate con Donald Trump cuando quedó claro para la opinión pública que algo no estaba bien con él. Esto planteó serias dudas sobre su viabilidad como candidato y abrió la puerta a discusiones sobre alternativas dentro del Partido Demócrata. Ya ni los demócratas pudieron seguir tapando el sol con un dedo y tuvieron que reconocer, lo que se habían negado a aceptar por tanto tiempo: que tenían que cambiar de candidato. Por si eso no fuera suficiente, el atentado contra Trump inclinó todavía más la balanza en favor del republicano. Como alguien lo sentenció: “la bala iba para Trump, pero mató a Biden”.
Todavía el sábado por la mañana, Biden le dijo a su equipo que seguía firme en la contienda, pero ese mismo día, sus dos asesores más cercanos lo enfrentaron con la realidad: no había forma de que le ganara a Trump. Seguramente a regañadientes, el presidente se rindió ante la evidencia. Biden finalmente aceptó que no podía ganar, pero también sabía que las presiones internas de los demócratas en su contra aumentarían. A las 13:45 horas del domingo 21, Biden informó a un grupo de colaboradores cercanos que la noche anterior había decidido poner fin a su carrera por un nuevo mandato, leyendo su carta y agradeciéndoles sus servicios. Un minuto después, antes de que el resto del personal de campaña y de la Casa Blanca recibiera la notificación, publicó la histórica carta desde su cuenta de campaña en la red social X. Tras la conmoción ocasionada por su repentino anuncio, la atención se centró en quién sería su sucesor en la contienda. Luego de 27 minutos de mensajes frenéticos, Biden publicó otro mensaje en X, apoyando a su vicepresidenta Kamala Harris para el puesto.
La forma como se hizo el anuncio —sorprendió que utilizara esta red social para su anuncio y no un medio más tradicional, especialmente considerando su reciente animadversión hacia Elon Musk, su propietario, por su apoyo público a Donald Trump— y los días que pasó sin aparecer públicamente alimentaron todo tipo de hipótesis sobre su salud. Finalmente, el miércoles leyó —con problemas— un mensaje confirmando su renuncia a la candidatura y su respaldo a Harris. Y hasta se reunió con Benjamin Netanyahu el jueves, para mostrar que todavía puede terminar su mandato.
Mientras tanto, Harris tomó la batuta de manera intempestiva para neutralizar a sus potenciales contendientes y en poco más de un día consolidó su candidatura. La página web de la campaña de reelección de Biden se desconectó y fue sustituida por un portal de donaciones para Harris. La campaña de Harris anunció el lunes que había recaudado 81 millones de dólares en sus primeras 24 horas, una cifra récord, de 888,000 contribuyentes únicos. Yo no me la creo tan fácil de que todo el proceso se inició el domingo por la tarde. Harris, seguramente, ya venía preparándose desde hace tiempo para ese escenario, que sería lo que le valió para consolidar su candidatura en tan poco tiempo.

¿Podrá Harris vencer a Trump? Será una tarea muy difícil, pero no necesariamente imposible. Ella tiene todo que ganar y él todo que perder. Pero el juego es uno completamente distinto al que se tenía la semana pasada. Una de las incógnitas más importantes es a quién elegirá como su mancuerna. La lógica me indica que los principales requisitos de los candidatos debieran ser que pertenezcan al ala “moderada” del partido, para contrarrestar la imagen de “radical” de la vicepresidenta y atraer a los votantes independientes, y que, además, provengan de uno de los “estados bisagra”. Ello apunta a que el más probable contendiente sea el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Los otros dos contendientes con más posibilidades son el senador de Arizona, Mark Kelly, y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, pero todo puede suceder de aquí al 7 de agosto, que es cuando tiene que estar definido el binomio para poderse inscribir en todos los estados.
Por su parte, Trump deberá cambiar el enfoque de su campaña, que ya no será contra Biden, sino contra Harris. Ya empezó a criticar a Harris por ser, según él, la vicepresidenta con “peor calificación de la historia”. Los sitios de apuestas han reducido considerablemente la diferencia en favor de Trump, pasando de un máximo de 48.2 puntos porcentuales sobre Biden, a una ventaja de 17.2 puntos porcentuales sobre Kamala Harris el lunes 29. Aunque por el momento Trump tiene las mayores posibilidades de ganar la elección, habrá que ver cómo se plantea la campaña de Harris y cómo reacciona la de Trump.

Mientras tanto, la caída de Biden muestra, una vez más, lo cambiante e hipócrita que puede ser la política. La semana pasada, los principales dirigentes demócratas le habían amenazado de desencadenar el infierno contra él esta semana si no renunciaba. Todavía se portaron “magnánimos” y le dieron el fin de semana para recapacitar. Como sí cedió ante sus presiones, en pocos segundos se olvidaron todos de las amenazas y lo alabaron por su “valentía, coraje y patriotismo de sacrificarse por el país”. ¡Sí, cómo no!
Ahora la principal duda es si todavía está capacitado para dirigir el ejecutivo de ese país en los meses que restan de su mandato. Yo diría que desde hace algún tiempo debió dejar un cargo de tanta responsabilidad, para que el barco no siga a la deriva.
Imágenes: WhiteHouse, Real Clear Politics.
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